jueves, 2 de junio de 2016

Viaje a Extremadura 2016

El Tajo Internacional y su entorno (28-29 de mayo 2016)
                El Tajo Internacional ha sido el destino elegido este año para hacer nuestro tradicional viaje de primavera a Extremadura. Allí donde el perfil de la provincia de Cáceres alarga su extremo oeste para seguir aferrada al  río Tajo hasta donde el embalse de Cedillo, el último de los que retienen sus aguas, ha creado un alargado lago con numerosas ramificaciones entre laderas escarpadas cubiertas de vegetación.
Embarcando en el embarcadero de Cedillo
                Llegamos al embarcadero de Cedillo y embarcamos al barco turístico que navega por las aguas del embalse. Lo primero que nos sorprendió fue el aspecto del capitán del barco, más propio del prototipo de un navegante de alta mar que de río. Nos explicó las normas de la singladura, tanto en lo relativo a nuestra seguridad como a no contaminar ni molestar a la fauna silvestre. La navegación comenzó por el cauce del Tajo, pero pronto giró a la izquierda para adentrarse en uno de sus afluentes, el Ponsul; solo cambió la anchura de las aguas, pero las sucesivas curvas del río siguieron limitadas por fuertes pendientes de bosque mediterráneo. Los pasajeros, inicialmente instalados en la amplia cabina acristalada y con techo, pudimos movernos por turnos en la terraza superior y en los breves espacios de proa y popa. Algunos de nosotros tuvimos la suerte de contemplar, por un breve instante, el vuelo de una huidiza cigüeña negra a poca altura sobre la orilla de babor. Tras pasar aproximadamente una hora respirando aire puro con aromas de primavera llegamos al embarcadero de Lentiscais, en territorio portugués. Allí nos esperaba un autobús para trasladarnos hasta la cercana ciudad de Castelo Branco.

Beturios en la terraza superior y barco atracado en el embarcadero de Lentiscais, junto al puente
Murales con imágenes marineras
en el restaurante A messe do marinheiro
                Dada la hora de llegada a Castelo Branco, lo primero que hicimos fue ir al restaurante A messe do marinheiro, donde comimos sopa de verduras, bacalao dorado y carne a la alentejana, rematado con una variedad de dulces portugueses entre los que pudimos elegir el postre. El resto de la tarde lo dedicamos a visitar la ciudad con un guía local.




                Nos llamó la atención un crucero bellamente esculpido, instalado en un lugar diferente del emplazamiento donde estuvo originalmente, que parece indicar que por allí pasaba una de las ramificaciones del camino portugués a Santiago. Es de principios del siglo XVI y en la columna, de una pieza de granito,
están talladas varias hélices superpuestas para imitar las sogas de los marineros tan en boga en aquella época de los descubrimientos. Está rodeado de un pequeño foso octogonal que permite sentarse en sus bordes alrededor del crucero.

Zona central del jardín del palacio episcopal
                Donde más tiempo nos detuvimos fue en el jardín del palacio episcopal, que desde 1919 es de propiedad municipal. Fue construido en el siglo XVIII, por lo que es lógico que sea de estilo barroco. La entrada actual tiene una murales de azulejos con vistas antiguas de la ciudad. Entre las fuentes y los setos geométricos, el elemento que más destaca son las numerosas estatuas de reyes de Portugal, apóstoles y otras alegóricas de los signos del zodíaco, las estaciones del año, las virtudes cristianas, etc. Contiguo al jardín principal está el jardín alagado (inundado) formado por un conjunto de arriates de formas geométricas limitados por bordillos de piedra que emergen de un estanque.
                Lo último que visitamos fue el museo que agrupa piezas arqueológicas y bordados, el cual está instalado en el antiguo palacio episcopal contiguo al jardín.
                Tras un paseo por la zona más antigua y empinada de la ciudad, regresamos al embarcadero de Lentiscais y, ahí, tomamos el barco para regresar al embarcadero de Cedillo, repitiendo las impresiones del viaje por el Parque Natural del Tajo Internacional. Terminamos la jornada en un hotel situado en Valencia de Alcántara, donde nos alojamos.
                El domingo 29 comenzó con un paseo por Valencia de Alcántara. A pesar de la brevedad, pues nuestro viaje tenía un objetivo más importante esa mañana, pudimos ver la  fachada de la iglesia de Rocamador y pasear por el barrio gótico-judío. Nos detuvimos ante las numerosas puertas ojivales enmarcadas por piezas de cantería, los voladizos de piedra que, de dos en dos, sobresalen de la base de las ventanas de la planta alta y cuya misión original pudo ser sostener lámparas de aceite que colgaban de ellos, y los escudos nobiliarios de los linajes que poblaron esas casas. No pudimos desplazarnos hasta los numerosos dólmenes que jalonan su término, pero sí pasamos junto a los restos del acueducto romano situados en la calle de Los Arcos a la que ha dado nombre la arquería del acueducto.
Típicos voladizos de piedra junto a las ventanas del barrio gótico
Una de las fachadas típicas del barrio gótico-judío
de Valencia de Alcántara
                Y fuimos a la cercana población de San Vicente de Alcántara aprovechando que este domingo 29 de mayo de 2016 se conmemoraba la festividad del Corpus Christi, la cual se celebra de forma especial en esa población. San Vicente de Alcántara es conocida por ser la sede de varias decenas de fábricas de productos elaborados a partir del corcho.
                La visita comenzó por el museo del corcho, donde a través de paneles y de las explicaciones de la guía del museo se nos informó de diversos aspectos relativos a la producción y calidad del corcho y la elaboración de diversos utensilios de ese material, entre los que destaca el tapón de las botellas de vino. Llamó la atención el dato de que la primera vez que se descorteza un alcornoque joven es cuando este tiene ya más de 50 años de edad; ese primer descortezado produce un corcho de mala calidad; el segundo descortezado 8 o 9 años más tarde también tiene poca calidad y hay que esperar hasta el tercer descortezado, cuando el árbol ya ha alcanzado unos 80 años de edad, para tener corcho con el que poder fabricar los tapones de los mejores vinos.


                Pero el motivo principal de la visita era contemplar las calles adornadas con mosaicos de colores por donde pasa la procesión del Corpus Christi. Esta fiesta da lugar a un arte efímero en el que colaboran muchos vecinos. El trabajo empezó varios meses antes, cuando se deciden los diseños de los motivos que se reproducirán en las alfombras de colores. El serrín de corcho utilizado en los mosaicos no admite los tintes, por lo que con ese material se elaboran la parte de los dibujos que son de color marrón con los diversos tonos que el corcho presenta de forma natural. Para completar los demás colores se utiliza serrín y virutas de madera, las cuales sí se tiñen. La elaboración de los mosaicos comienza en la madrugada del sábado al domingo, de modo que varias horas antes de la salida de la procesión las largas cuatro calles que constituyen el recorrido hayan sido engalanadas para disfrute de los sanvicenteños y visitantes. El recorrido de la procesión, con salida y regreso en la iglesia parroquial de San Vicente Mártir, queda convertido por unas horas en un museo de dibujos de colores, geométricos unos y con figuras alegóricas a la festividad del Corpus otros. De trecho en trecho se coloca una mesa con un altar, lo cual sirve de punto de interrupción de una sucesión de mosaicos de determinado estilo y comienzo de otro estilo.








            La procesión se va deteniendo junto a cada uno de esos altares, donde además de rezar alguna oración dirigida por el sacerdote, los vecinos de los balcones próximos y los niños vestidos de primera comunión arrojan pétalos de flores que añaden un colorido adicional a los mosaicos un momento antes de ser pisados por los portadores de la custodia.

                En la comida que tuvimos a continuación en las instalaciones de la piscina de San Vicente nos acompañó la cantaora Mari Carmen Torrado, quien se desplazó desde Badajoz para estar con nosotros. En la sobremesa nos obsequió con algunas de sus interpretaciones, acompañada a la guitarra, cuando era fácil hacerlo sin ensayos previos, por Theo Acedo. El mismo Theo y otros de los compañeros beturios que hicimos este viaje se animaron a cantar y a recitar hasta que la prudencia nos aconsejó emprender el viaje de regreso a Madrid.